- Las placas con Wi‑Fi 6/6E integran todo y ahorran ranuras, pero encarecen la compra frente a sumar una PCIe.
- Una tarjeta Wi‑Fi PCIe ofrece mejor cobertura/estabilidad que USB y es la opción con mejor relación precio/rendimiento.
- USB 3.0 es práctico y portátil, aunque limitado en ancho de banda y con menor alcance respecto a PCIe.
- Ethernet 2.5G y 10GbE tienen sentido en red local exigente; en Internet solo ayudan si tu línea supera 1 Gbps.
Si estás montando o actualizando tu PC y te ronda la cabeza la duda de si elegir una placa base con WiFi integrado o tirar de tarjeta/adaptador aparte, no estás solo. Hay varios caminos posibles (placa con Wi‑Fi, tarjeta PCIe, dongle USB e incluso módulos M.2), y la decisión afecta a precio, rendimiento, estabilidad y compatibilidad. Aquí vas a encontrar una guía completa y sin rodeos para que no te dejes nada por el camino.
La idea es comparar con criterio y con datos reales: ventajas y desventajas de cada opción, qué versiones de Wi‑Fi conviene priorizar (Wi‑Fi 6, 6E y 7), cuándo un Ethernet 2.5G o 10GbE aporta de verdad, y hasta consejos de instalación y drivers en Windows y Linux. También veremos casos prácticos: limitaciones en placas Mini‑ITX, alcance de Bluetooth si quitas la antena, y un ejemplo concreto con la MSI PRO Z690‑A WiFi ProSeries.
Placa base con WiFi integrado: ¿cuándo compensa?
Elegir una placa que ya traiga el módulo inalámbrico es cómodo, pero no siempre es la jugada maestra. Condiciona el presupuesto y el modelo de placa (chipset, fases VRM, puertos, formato), así que conviene valorar si de verdad lo necesitas integrado o te apañas con una tarjeta PCIe/USB de calidad.
Si ya tienes un equipo estable y lo único que te falla es la conectividad inalámbrica, lo habitual es optar por una tarjeta PCIe Wi‑Fi moderna o, en su defecto, un adaptador USB. Con 10‑30€ puedes conseguir PCIe con Wi‑Fi 6 y Bluetooth 5.x muy decentes, mientras que una placa nueva con Wi‑Fi suele arrancar entorno a 120€ o más según la plataforma, algo a tener en cuenta si tu foco está en RAM rápida, mejor VRM o más puertos.
En escenarios de cambio de plataforma (por ejemplo, salto a AM5 o LGA1700/LGA1851) sí puede merecer la pena buscar una placa con Wi‑Fi 6/6E integrado. Aporta limpieza (no ocupas ranuras), mejor integración de antenas y, a menudo, soporte de Bluetooth de serie. Eso sí, compara bien: en ATX sin problemas de espacio, PCIe puede ahorrar dinero; en formatos compactos, el integrado brilla.
Ventajas de una placa con Wi‑Fi (y sus pegas)
Las placas actuales que montan radio Intel/AMD de última hornada suelen llegar ya con Wi‑Fi 6 o 6E, lo que garantiza compatibilidad con routers modernos, canales anchos y redes saturadas. No verás tarjetas sueltas estorbando a la GPU ni líos de cables extra: solo roscar las antenas y listo.
En cajas pequeñas (Micro‑ATX y Mini‑ITX) es especialmente cómodo porque ahorras la ranura PCIe para la GPU y evitas adaptadores que sobresalgan por detrás de la torre. Además, muchos modelos traen Bluetooth 5.1/5.2/5.3, algo útil para periféricos, audio o móviles sin comprar nada adicional.
Por el lado menos amable, el precio de entrada es mayor que sumar placa “sin Wi‑Fi” + tarjeta PCIe. Y si vas a Mini‑ITX, recuerda que no hay segunda ranura para pinchar una Wi‑Fi dedicada si luego la x16 está ocupada por la gráfica. Finalmente, en rendimiento puro no hay diferencia clara frente a una buena PCIe: la mejora está en la integración y en el confort.
Tarjetas Wi‑Fi PCIe internas: motivos para elegirlas
Si ya tienes placa y lo que te falta es conectividad, una PCIe es la opción barata y sólida. Calidad/precio excelente, montaje sencillo y, si eliges marcas reconocidas (TP‑Link, D‑Link, ASUS, StarTech…), tendrás drivers y soporte largo tiempo.
En rendimiento suelen sacar ventaja a los USB por varias razones: mejor alimentación (PCIe trabaja a 12V frente a los 5V de USB), posibilidad de montar más antenas y emplear MIMO con solvencia. Esto se traduce en cobertura y estabilidad superiores, especialmente si mueves archivos grandes o juegas online.
Además, son retrocompatibles y te sirven cuando cambies de plataforma. Y si más adelante sale un estándar nuevo, siempre podrás cambiar la tarjeta por otra Wi‑Fi más moderna sin tocar el resto del PC. Ojo: nada de esto impide que un buen USB 3.0 de gama alta funcione muy bien, pero a igualdad de precio, PCIe suele imponerse.
¿Contras? Ocupan una ranura y espacio físico, añaden antenas externas que sobresalen por detrás de la caja (condicionan dónde colocas la torre) y dependerás de los drivers del fabricante. Si dejan de actualizarse, tendrás que buscar alternativas para tapar fallos de seguridad o compatibilidades futuras.
Adaptadores Wi‑Fi USB: comodidad absoluta, rendimiento relativo
El USB gana por facilidad: lo conectas, Windows 10/11 suele instalar el driver solo y en segundos estás navegando. Es ideal si necesitas algo portátil para usar en varios PCs, o si no quieres abrir la torre. Además, permite usos creativos como dar Wi‑Fi a un NAS sin ranuras PCIe.
La otra cara: muchos modelos baratos son USB 2.0, y el propio bus limita el ancho de banda, por lo que la velocidad real puede quedar por debajo de la de tu fibra o incluso de lo que promete el estándar Wi‑Fi. Con USB 3.0 la cosa mejora, pero seguirás por detrás de una PCIe bien dotada en estabilidad y alcance.
Otro detalle es el consumo y la potencia de radio: con 5V y antenas internas pequeñas, los sticks USB tienden a tener menos cobertura. Los modelos con antenas externas lo mitigan bastante, pero entonces ya no son tan discretos. A cambio, son plug‑and‑play y perfectos para conexión esporádica.
Bluetooth, antenas y alcance: lo que nadie te cuenta
Pregunta recurrente: si tu placa con Wi‑Fi y Bluetooth lleva antenas roscadas en el panel trasero, ¿puedes quitarlas si pasas a cable Ethernet pero quieres seguir usando BT? Técnicamente, Wi‑Fi y Bluetooth comparten el módulo de radio y las antenas en la mayoría de placas. Si desconectas las antenas, el Bluetooth funcionará, pero con alcance muy reducido y más cortes.
La recomendación es mantener al menos las antenas conectadas y en posición razonable si dependes de BT (ratón, teclado, cascos). Quitar la antena solo tiene sentido si no usas nada inalámbrico. Si sufres cortes entre habitaciones, sitúa las antenas en vertical y despejadas de paredes o metal para mejorar la recepción.
Versiones Wi‑Fi: 6, 6E y 7, y compatibilidad con el sistema
Hoy las compras sensatas pasan por Wi‑Fi 6 (802.11ax) o Wi‑Fi 6E si quieres aprovechar la banda de 6 GHz con menos interferencias. Wi‑Fi 6E mantiene las velocidades máximas teóricas de Wi‑Fi 6 (hasta 9,6 Gbps), pero en entornos saturados te da latencias más bajas y estabilidad extra.
Wi‑Fi 7 (802.11be) va un paso más allá con mejoras como MLO y velocidades teóricas que pueden dispararse. Eso sí, para exprimirlo en PC hace falta Windows 11 y un ecosistema compatible (router y clientes). Si vas a montar de cero y te lo puedes permitir, es un estándar con recorrido y retrocompatible.
Como regla general, si compras un adaptador PCIe o USB, intenta que incluya Bluetooth 5.2/5.3. Mejora alcance, estabilidad y reduce latencia, y agradecerás la compatibilidad con periféricos modernos y códecs de audio.
Tipos de tarjetas de red: algo más que Ethernet y Wi‑Fi
El término “tarjeta de red” viene de cuando la conectividad no iba integrada. Hoy la Ethernet por cable se integra casi al 100% en las placas (1 GbE como mínimo, 2.5 GbE muy extendido y 10 GbE en gama alta). Pero conviene conocer el contexto.
Históricamente existieron arquitecturas como Token Ring y ARCNET, hoy de museo, mientras que Ethernet se impuso como estándar. En inalámbrico, Wi‑Fi crea WLAN a través del router o punto de acceso. Para sobremesa puedes sumar Wi‑Fi mediante USB, PCIe o módulos M.2 Key‑E; en portátiles se usa sobre todo M.2 por formato y consumo.
En placas modernas, la controladora Ethernet puede ir en el chipset o en un chip dedicado (ej. soluciones “Killer” en algunos modelos). Los puertos RJ‑45 suelen mostrar LEDs de enlace/actividad. Para tareas profesionales o entornos exigentes, hay NIC dedicadas PCIe 3.0/4.0/5.0 con ancho de banda superior y funciones avanzadas.
Ethernet 1G, 2.5G y 10GbE: cuándo merece la pena
Para uso doméstico, 1 GbE es suficiente la mayoría de veces, pero si tu proveedor ofrece más de 1 Gbps o mueves mucho archivo en red, una LAN 2.5G ya marca diferencia. Muchas placas actuales la traen de serie y el cuello de botella desaparece en copias internas.
El salto a 10 Gigabit Ethernet multiplica por diez el techo de velocidad de 1 GbE y tiene sentido en flujos de trabajo pesados: edición y streaming de vídeo, servidores NAS potentes, virtualización, HPC o redes de oficinas con servicios en la nube. Además, 10GbE soporta funciones como Energy Efficient Ethernet para optimizar consumo.
Ojo con el coste: 10GbE encarece NICs, switches y cableado. Si tu conexión externa es de 300‑600 Mbps, gastar en 10GbE no acelera Internet, pero sí agiliza transferencias internas en tu red local. En eSports y torneos, la baja latencia de cable y el mayor ancho de banda para servidores internos también suma.
PCIe, M.2 y USB: formas de añadir red al PC
Hay tres vías principales para sumar red si tu placa no lo trae o quieres actualizar: PCIe (rendimiento y estabilidad, ideal para sobremesa), USB (comodidad y portabilidad) y M.2 Key‑E (compacto, muy usado en portátiles pero también posible en sobremesa si la placa dispone del zócalo adecuado).
Algunas tarjetas Wi‑Fi PCIe incluyen un soporte de antenas remotas que puedes colocar sobre la mesa, reduciendo interferencias si el PC está en el suelo. Los módulos M.2 para Wi‑Fi requieren la llave correcta (no confundir con M.2 de SSD), aunque existen adaptadores; su gran ventaja es que quedan ocultos y no ocupan ranura PCIe completa.
Instalación rápida de una NIC/adapter PCIe
Apaga y desconecta el PC, abre el lateral, localiza una ranura PCIe x1 libre (o la que pida tu tarjeta), retira el fleje, inserta la tarjeta firmemente, atornilla, cierra la caja y enciende. Windows reconocerá el dispositivo y podrás instalar los controladores desde el fabricante si no lo hace solo.
Comprueba la conexión con un cable RJ‑45 (en Ethernet) o rosca las antenas (en Wi‑Fi). En placas con BIOS/UEFI exigentes, asegúrate de que la ranura está habilitada. Si usas Linux, lspci/ip addr te dirán si todo está en orden, y NetworkManager o netplan facilitan la configuración.
Notas para Linux y solución de problemas
Antes de comprar, revisa compatibilidad de drivers con tu distro. Tras instalar, si no aparece, revisa que la tarjeta esté bien asentada y que el kernel tenga los módulos adecuados. En Debian/Ubuntu, a menudo basta con instalar el paquete del driver desde los repos oficiales o el proveedor.
Si no hay red: valida el cable/router, la IP/DHCP y prueba con ping o traceroute. En Windows, el solucionador de problemas de red ayuda. Cuando un fabricante abandona el soporte, puede tocar cambiar de NIC o buscar drivers alternativos de la comunidad.
Caso práctico: MSI PRO Z690‑A WiFi ProSeries
Este modelo ilustra bien el enfoque profesional: construcción sólida, diseño sobrio, buena solución térmica (M.2 Shield Frozr) y disposición lógica que facilita el montaje. No es un festival RGB, lo cual a mucha gente de oficina le encaja perfectamente.
En conectividad trae LAN 2.5G, Intel Wi‑Fi 6E y Bluetooth 5.2. En entornos con muchas redes, 6E ayuda a recortar interferencias y latencias; la 2.5G acelera transferencias locales y exprime conexiones por encima de 1 Gbps. El software de gestión de LAN funciona bien, aunque puede resultar denso para principiantes.
Capítulo Bluetooth: el alcance puede resentirse atravesando varias paredes, algo relativamente normal con radios integradas y antenas mal situadas. Sitúa las antenas con línea clara si usas cascos o mandos BT. En el resto, soporte MU‑MIMO, y estabilidad general alta.
En plataforma, es compatible con Intel 12ª gen, DDR5 (o variantes DDR4 si buscas ahorro), PCIe 5.0 para estar preparado, aunque hoy GPU/SSD no lo saturen. El “pero” habitual: algunos usuarios comentan que hay pocos puertos USB traseros para su gusto, y que la actualización de BIOS requiere mimo y una USB bien formateada. Una vez al día, la estabilidad es notable en Windows 10/11 y Ubuntu.
Guía de decisión rápida según tu escenario
- Si no quieres cambiar placa y necesitas buena Wi‑Fi/BT, monta una PCIe con Wi‑Fi 6/6E y BT 5.2/5.3. Por poco dinero ganas cobertura y estabilidad, y sigues pudiendo reciclarla en futuros PCs.
- Si tu GPU ocupa 3 slots y no queda libre una x1/x2, un USB 3.0 de gama media/alta te saca del apuro. No es lo ideal para competitivo, pero para uso general funciona bien y es inmediato.
- Si cambias de plataforma y tu presupuesto es ajustado, quizá prefieras placa sin Wi‑Fi pero con mejor VRM/USB/chipset, y sumar PCIe aparte. Si vas holgado (+200€ de placa), el Wi‑Fi integrado te simplifica la vida y no ocupas ranuras.
- Si vas a Micro‑ATX o Mini‑ITX, el Wi‑Fi integrado es muy recomendable: el espacio manda y la ranura x16 será para la gráfica; además, evitas antenas que choquen con la distribución de la torre.
Ethernet vs Wi‑Fi: rendimiento real y seguridad
La conexión por cable ofrece más velocidad sostenida, latencia más baja y menos interferencias. Es la ruta ideal para juegos competitivos, edición en red, virtualización y cualquier tarea sensible a picos y jitter.
Wi‑Fi brilla en comodidad y movilidad. Con 6/6E y routers decentes, el rendimiento es excelente para el día a día. Eso sí, es más vulnerable a interferencias (paredes, otras redes, electrodomésticos) y depende mucho de la colocación de antenas y APs.
En seguridad, Ethernet es por naturaleza más “cerrado” al exigir acceso físico. Wi‑Fi ha mejorado con WPA3 y mejores radios, pero mantén el firmware del router y los drivers al día, usa contraseñas robustas y segmenta redes si manejas datos sensibles.
Precios, soporte de drivers y marcas recomendadas
En el rango 10‑30€ hay PCIe Wi‑Fi 6 con Bluetooth satisfactorias para la mayoría. Placas con Wi‑Fi suelen partir de 120€ en chipsets de entrada y suben rápido en gama media/alta. Si te interesa 2.5G o 10GbE en Ethernet, el coste de NIC/switch puede dispararse.
En Wi‑Fi/BT prioriza fabricantes con drivers frecuentes y soporte en Windows 10/11 y Linux. En Linux, las soluciones Intel suelen ser una apuesta segura. En USB, exige al menos USB 3.0 si no quieres quedarte corto de ancho de banda.
Para quien busca silencio de instalación y llevar el adaptador de un lado a otro, USB tiene mucho sentido; para estabilidad y alcance, PCIe manda; para máxima limpieza y formatos pequeños, Wi‑Fi integrado merece el extra.
Con todo lo anterior en mente, la elección pasa por tu punto de partida, el espacio interno y si valoras más la flexibilidad o el rendimiento sostenido. Cables para lo crítico, Wi‑Fi 6/6E para movilidad fiable, y recuerda: mantén antenas bien colocadas y drivers actualizados para evitar los típicos dolores de cabeza.