- La seguridad en internet protege dispositivos, datos e identidad frente a malware, phishing, robo de identidad y otros ataques.
- Medidas clave: contraseñas robustas, autenticación multifactor, antivirus, firewall, actualizaciones y uso prudente del correo.
- Es esencial asegurar redes Wi‑Fi, usar VPN en conexiones públicas y aplicar controles parentales y formación en menores.
- En empresas, políticas claras, cultura de ciberseguridad y tecnologías como VPN, SWG y cifrado reducen el impacto de incidentes.

La seguridad en internet se ha convertido en algo tan básico como cerrar la puerta de casa con llave, pero a diferencia de lo que ocurre en el mundo físico, en la red muchos usuarios siguen dejando ventanas abiertas sin darse cuenta. Cada vez que nos conectamos desde el móvil, el ordenador del trabajo o la tablet del salón, estamos exponiendo datos personales, contraseñas, fotos, información bancaria y hasta nuestra propia identidad.
Entender bien qué es la seguridad en internet, qué tipos de amenazas existen y cómo protegernos ya no es solo cosa de empresas o expertos en informática: afecta a cualquier persona que navegue, haga compras online, utilice redes sociales o tenga hijos conectados a la red. A lo largo de este artículo vamos a desgranar, con calma y en lenguaje claro, los riesgos más habituales, las medidas que de verdad funcionan y las pautas para cuidar tanto tu privacidad como la de tu familia.
¿Qué es realmente la seguridad en Internet?
La seguridad en internet es el conjunto de prácticas, tecnologías y normas que protegen las actividades que realizamos conectados a la red. Forma parte de la ciberseguridad y de la seguridad informática en general, pero se centra en todo lo que pasa a través de internet: navegación web, uso de aplicaciones, correo electrónico, redes sociales, servicios en la nube, banca online, etc.
Su objetivo principal es evitar que terceros accedan, manipulen o roben información (tanto personal como profesional), impidan el funcionamiento de servicios o utilicen nuestros dispositivos para ataques a otros. Esto incluye desde la seguridad de los navegadores y las conexiones, hasta el comportamiento responsable de los propios usuarios.
Hoy convivimos con una gran variedad de dispositivos conectados: ordenadores de sobremesa, portátiles, móviles, tablets, televisores inteligentes, relojes, cámaras IP, asistentes de voz, electrodomésticos conectados y todo el ecosistema del Internet de las cosas (IoT). Cada uno de estos equipos es una posible puerta de entrada para ciberdelincuentes si no está correctamente protegido.
La seguridad en internet también implica proteger la privacidad: decidir qué datos compartimos, con quién, en qué condiciones y cómo se almacenan o transmiten. No se trata solo de evitar virus, sino de reducir riesgos como el robo de identidad, el espionaje, la vigilancia masiva o el uso abusivo de nuestra información por parte de empresas o atacantes.
Amenazas más habituales en la seguridad en internet
Para defenderse bien es clave conocer las amenazas más frecuentes. Muchas comparten una misma idea: aprovechar errores humanos, fallos de configuración o vulnerabilidades técnicas para colarse en nuestros equipos o engañarnos.
Malware: virus, gusanos, troyanos y compañía
Malware es el término genérico para cualquier software diseñado con fines maliciosos: dañar un sistema, robar datos, espiar, cifrar archivos o tomar el control de un dispositivo. Dentro de esta categoría encontramos varias familias muy destacadas.
Los virus informáticos son programas que se “pegan” a otros archivos o aplicaciones y se replican cuando se ejecutan, pudiendo borrar datos, ralentizar el sistema o abrir puertas traseras para otros ataques. Suelen propagarse a través de adjuntos de correo, descargas inseguras o dispositivos extraíbles.
Los gusanos se parecen a los virus, pero se propagan solos a través de redes sin necesidad de que el usuario haga nada. Pueden saturar el ancho de banda, paralizar servicios, desplegar otros tipos de malware o formar redes de equipos zombi (botnets) utilizadas para ataques masivos.
Los troyanos se presentan como programas legítimos o útiles (supuestas actualizaciones, juegos, utilidades “gratuitas”), pero esconden código malicioso. Una vez instalados, pueden abrir acceso remoto al atacante, registrar pulsaciones de teclado, instalar más malware o desactivar la seguridad del sistema.
El ransomware es uno de los tipos de malware más dañinos: cifra los archivos o bloquea el acceso al dispositivo y exige un rescate, normalmente en criptomonedas, a cambio de restaurar los datos. Casos como WannaCry o GoldenEye demostraron que puede afectar tanto a usuarios domésticos como a grandes empresas y organismos públicos. Pagar no garantiza en absoluto la recuperación de la información.
Spyware y keyloggers se orientan a espiar al usuario, registrando lo que escribe, las páginas que visita, las credenciales que introduce o los datos que maneja. Todo ello se envía a un servidor controlado por el atacante sin que la víctima sea consciente.
Adware y scareware juegan con la publicidad y el miedo: el primero muestra anuncios invasivos, rastrea la navegación y puede abrir puertas a otros ataques; el segundo lanza mensajes alarmistas (falsas alertas de virus, sanciones, etc.) para que compremos productos inútiles o instalemos más software malicioso.
Malvertising: publicidad que infecta
El malvertising consiste en aprovechar espacios de publicidad legítimos para distribuir código malicioso. El ciberdelincuente compra o inserta anuncios que, al mostrarse en webs conocidas, ejecutan scripts capaces de descargar malware, redirigir a páginas falsas o explotar fallos del navegador y de sus extensiones.
Lo peligroso es que la víctima puede infectarse simplemente visitando una página legítima, sin hacer clic en nada, si se aprovecha una vulnerabilidad del navegador. De ahí la importancia de mantenerlo actualizado y usar bloqueadores de anuncios de confianza.
Botnets y ataques DDoS
Una botnet es una red de ordenadores y dispositivos infectados, controlados en secreto por un atacante. Cada equipo comprometido se convierte en un “zombi” que puede usarse para enviar spam, lanzar ataques, minar criptomonedas o cometer fraudes sin que su dueño lo note.
Los ataques de denegación de servicio (DoS y DDoS) buscan dejar fuera de juego un servidor o servicio online saturándolo con un volumen enorme de peticiones. Cuando ese tráfico viene de miles de dispositivos zombis al mismo tiempo, hablamos de ataques DDoS que a menudo explotan puertos y servicios expuestos. Pueden tumbar webs, tiendas online, plataformas de juego, bancos, etc.
Phishing y otros engaños de ingeniería social
El phishing es una técnica de fraude que se basa en hacerse pasar por una entidad de confianza (banco, empresa de mensajería, red social, organismo público…) para robar credenciales, datos personales o bancarios.
El ataque suele llegar en forma de correo, SMS, mensaje en redes sociales o llamada que pide “verificar datos”, “evitar un bloqueo de cuenta” o “cobrar un premio”. Al hacer clic en el enlace, la víctima llega a una web falsa muy similar a la original, donde introduce su usuario y contraseña sin sospechar.
Variantes como el smishing (por SMS) o el vishing (por teléfono) siguen la misma lógica, cambiando solo el canal. A menudo se utiliza también email spoofing: manipular el remitente del mensaje para que parezca que viene de una fuente legítima.
Robo de identidad y fraude económico
El robo de identidad se produce cuando alguien consigue suficientes datos personales tuyos como para hacerse pasar por ti: nombre, dirección, documento de identidad, fecha de nacimiento, credenciales de acceso, datos bancarios, etc.
Con esta información se pueden abrir cuentas bancarias, solicitar préstamos, hacer compras fraudulentas o suplantarte en redes sociales. A menudo el origen está en una filtración de datos masiva, un ataque de phishing exitoso o la descarga de spyware.
Las consecuencias del robo de identidad pueden prolongarse durante meses o años, obligando a denunciar, reclamar cargos, cambiar documentos y demostrar continuamente que tú no fuiste quien hizo ciertas operaciones.
Riesgos en redes Wi‑Fi públicas y domésticas
Las redes Wi‑Fi abiertas de cafeterías, aeropuertos, hoteles o centros comerciales suelen ser un coladero. Muchas no cifran el tráfico o usan contraseñas compartidas, de modo que cualquiera con un mínimo conocimiento puede “escuchar” datos que circulan sin protección.
Ataques como el man‑in‑the‑middle permiten interceptar y alterar la comunicación entre tu dispositivo y el punto de acceso, robando contraseñas, cookies de sesión o información sensible. También es habitual la creación de redes falsas con nombres muy similares a las legítimas para captar víctimas despistadas.
En casa el riesgo suele ser menor, pero no inexistente: routers mal configurados, contraseñas por defecto, firmware desactualizado o redes invitadas sin control son puertas de entrada habituales. Incluso los proveedores de internet pueden perfilar tu navegación si no tomas medidas extra de privacidad.
Buenas prácticas para proteger tus datos en línea
La teoría está muy bien, pero lo que marca la diferencia son los hábitos del día a día. A continuación se recogen medidas concretas que reducen drásticamente las posibilidades de que un ataque tenga éxito.
Autenticación multifactor y contraseñas robustas
La autenticación multifactor (MFA) consiste en exigir al menos dos pruebas de identidad para acceder a una cuenta: algo que sabes (contraseña), algo que tienes (móvil, token, llave física) y algo que eres (huella, rostro, voz).
Activar MFA siempre que se pueda es una de las defensas más efectivas, porque incluso si un atacante consigue tu contraseña, seguirá necesitando el segundo factor para entrar. Muchas plataformas ya ofrecen 2FA mediante códigos SMS, aplicaciones como Google Authenticator o Authy, o llaves de seguridad físicas.
En paralelo, las contraseñas deben ser largas, únicas y difíciles de adivinar. Idealmente, de 12 caracteres o más, combinando mayúsculas, minúsculas, números y símbolos, evitando datos personales, patrones de teclado y sustituciones obvias tipo “P@ssw0rd”.
Utilizar un gestor de contraseñas fiable es casi imprescindible si manejas muchas cuentas: te permite generar claves complejas, almacenarlas cifradas y rellenarlas de forma automática. Eso sí, protege muy bien la contraseña maestra y activa MFA también en este servicio.
Firewalls y software de seguridad
El cortafuegos o firewall actúa como filtro entre tu dispositivo o red y el resto de internet, permitiendo o bloqueando conexiones en función de reglas predefinidas. Puede ser un software en tu equipo, una función del router o un dispositivo dedicado en redes corporativas.
Los firewalls modernos pueden analizar el tráfico en profundidad, detectar comportamientos sospechosos, integrar VPN, soportar IPsec y servir de base para redes privadas virtuales o arquitecturas de confianza cero. En el ámbito doméstico, asegúrate de que el firewall del sistema operativo y del router estén activados y actualizados.
Un buen antivirus o suite de seguridad complementa al firewall detectando y bloqueando virus, troyanos, ransomware, spyware, adware y otros programas no deseados. Muchos incluyen también protección web, control de aplicaciones, protección de cámara web, filtros antispam, controles parentales y herramientas de limpieza.
Lo fundamental es mantener siempre el software de seguridad al día para que reconozca nuevas amenazas. La mayoría de soluciones actuales se actualizan de forma automática, pero conviene revisar periódicamente que esta opción siga activa.
Actualizaciones y gestión de vulnerabilidades
Buena parte de los ataques exitosos se aprovechan de fallos ya conocidos en sistemas operativos, navegadores o aplicaciones para los que existen parches desde hace tiempo. El problema es que muchos usuarios tardan meses en actualizarlos o directamente nunca lo hacen.
Configurar las actualizaciones automáticas en todos tus dispositivos es una de las decisiones más sensatas que puedes tomar. Esto incluye el sistema operativo, el navegador, el firmware del router, las apps del móvil y cualquier software que se conecte a internet.
En entornos empresariales, la gestión de parches se vuelve crítica: conviene tener inventario de equipos, plan de pruebas y despliegue, ventanas de mantenimiento y, si es posible, herramientas centralizadas para aplicar actualizaciones de forma controlada.
Navegadores seguros, bloqueadores de anuncios y cookies
El navegador es la puerta principal a internet y uno de los objetivos favoritos de los atacantes. Elegir uno que reciba actualizaciones frecuentes de seguridad, que disponga de medidas anti‑tracking y que permita configurar bien la privacidad es tan importante como el propio antivirus.
Complementar el navegador con bloqueadores de anuncios y extensiones de seguridad ayuda a reducir riesgos relacionados con malvertising, seguimiento excesivo y descargas indeseadas. No todos los bloqueadores son iguales: elige proyectos conocidos y revisa qué permisos les otorgas.
Gestionar cookies y borrar el historial con cierta regularidad también mejora la privacidad, sobre todo tras usar equipos compartidos o redes públicas. Muchos navegadores ofrecen modos de navegación privada que limitan el almacenamiento local de datos.
Uso responsable del correo y gestión del spam
El correo electrónico sigue siendo uno de los canales preferidos para ataques de phishing, distribución de malware y spam. Aunque los filtros automáticos han mejorado, siempre se cuelan mensajes peligrosos.
Al recibir correos inesperados que piden datos, incluyen adjuntos raros o enlaces urgentes, lo sensato es desconfiar: comprobar la dirección real del remitente, pasar el ratón sobre los enlaces para ver a dónde llevan, y no abrir archivos ejecutables, comprimidos extraños o macros si no son imprescindibles.
Marcar los mensajes sospechosos como spam ayuda a entrenar los filtros y reduce la probabilidad de ver contenidos similares en el futuro. Además, tener varias direcciones de correo (una para registros, otra personal, otra profesional) limita el impacto de una filtración.
Seguridad en redes, Wi‑Fi y VPN
Más allá del dispositivo individual, la seguridad en internet pasa por proteger la red por la que viajan los datos, tanto en casa como en el trabajo o en conexiones públicas.
Cómo asegurar el router y tu Wi‑Fi doméstica
El router es el corazón de tu red doméstica y la primera línea de defensa frente a internet. Sin embargo, muchas personas lo dejan con la configuración por defecto tal y como lo entrega el operador.
Es básico cambiar el usuario y la contraseña de administración del router nada más instalarlo, así como sustituir el nombre de la red Wi‑Fi (SSID) y su clave por otros más seguros. Usa cifrado WPA2 o WPA3, evita WEP y estándares obsoletos, y desactiva funciones que no necesites como WPS, UPnP excesivo o acceso remoto.
Revisar periódicamente qué dispositivos están conectados a tu red y usar técnicas como el filtrado MAC es muy recomendable. Si ves equipos desconocidos, cambia la contraseña del Wi‑Fi y del router de inmediato. Mantener el firmware actualizado también es clave para corregir vulnerabilidades.
Redes Wi‑Fi públicas: cómo minimizar riesgos
Conectarse a una Wi‑Fi gratuita puede ser muy cómodo, pero desde el punto de vista de seguridad es una mala idea para tareas sensibles como banca online, compras, acceso a correo corporativo o envío de documentos confidenciales.
En la medida de lo posible, para operaciones importantes utiliza tu red de datos móviles, sobre todo si estás fuera de la UE y asumible económicamente. Si no queda más remedio que usar una Wi‑Fi pública, evita introducir credenciales críticas y cierra siempre la sesión al terminar; y en caso de problemas consulta las posibles causas de conexión.
Tras usar una red abierta es buena práctica borrar cookies y el historial, así como desactivar la reconexión automática para que tus dispositivos no se enganchen solos a redes inseguras en el futuro.
VPN e IPsec: un túnel cifrado para tus comunicaciones
Una red privada virtual (VPN) crea un túnel cifrado entre tu dispositivo y un servidor remoto. Todo el tráfico que pase por ese túnel viaja protegido frente a espías en redes locales o proveedores de acceso, y además oculta tu dirección IP real.
El uso de aplicaciones VPN es especialmente recomendable cuando se navega desde Wi‑Fi públicas, en teletrabajo o al acceder a recursos corporativos. Muchas empresas combinan VPN con protocolos de seguridad como IPsec para proteger comunicaciones a nivel de red.
IPsec proporciona autenticación, integridad y confidencialidad en la capa IP, utilizando cabeceras de autenticación (AH) y encapsulación de carga segura (ESP). Estos mecanismos, gestionados manualmente o mediante intercambios de claves (IKE), permiten construir VPN robustas entre sedes, firewalls o servidores.
Seguridad en dispositivos móviles
El móvil se ha convertido en el centro de nuestra vida digital: banca, redes sociales, correo, fotos, documentos, autenticación en dos pasos, salud, ubicación… Por eso es un objetivo muy atractivo para los atacantes.
Cómo detectar si tu teléfono puede estar comprometido
Algunas señales deben ponerte en alerta sobre una posible intervención o infección: consumo anómalo de batería, calentamiento sin razón, datos móviles que se disparan, ruidos extraños en llamadas, reinicios espontáneos o aparición de apps que no recuerdas haber instalado.
Si el teléfono se enciende o apaga solo, muestra SMS con caracteres extraños, o tu factura viene inflada sin explicación, conviene revisar a fondo el dispositivo. Comprueba la lista de aplicaciones, elimina las que no reconozcas y analiza el terminal con una solución de seguridad móvil fiable.
Actualizar el sistema operativo y las apps reduce el riesgo de exploits, y en casos graves puede ser necesario hacer una copia de seguridad de lo imprescindible y restaurar el móvil a valores de fábrica para eliminar cualquier rastro de spyware o troyanos.
Suplantación telefónica y llamadas fraudulentas
La suplantación de identidad en llamadas (caller ID spoofing) consiste en manipular el número que ves en pantalla para que parezca familiar o local, aumentando las probabilidades de que descolgues.
Los estafadores pueden hacerse pasar por tu banco, una empresa de mensajería o incluso un familiar, pidiéndote códigos, datos de tarjetas o información personal. Lo prudente es no dar nunca datos sensibles por teléfono si tú no has iniciado la llamada, y colgar y volver a llamar a través de números oficiales cuando tengas dudas.
Algunos operadores y aplicaciones de terceros ofrecen filtros de llamadas y etiquetado de spam telefónico. Úsalos si te resultan útiles, pero ten presente que muchas de estas herramientas requieren acceso a tu agenda y otros datos, así que valora el equilibrio entre privacidad y comodidad.
Buenas prácticas básicas en móviles y tablets
Instala apps solo desde tiendas oficiales y desconfía de enlaces que prometen descargas “gratuitas” milagrosas. Revisa los permisos que solicitan las aplicaciones y evita aquellas que piden acceso a más de lo razonable para su función.
Protege el acceso al dispositivo con PIN, patrón, huella o reconocimiento facial, activa el cifrado si no viene de serie y configura la opción de borrado remoto si lo pierdes o te lo roban. Y, por supuesto, no rootees o liberes el terminal si no sabes exactamente lo que haces, porque suele desactivar capas de seguridad esenciales.
Seguridad en internet para niños y familias
Los menores son especialmente vulnerables en la red, tanto por su curiosidad como por su falta de experiencia para detectar engaños, contenido inadecuado o comportamientos tóxicos.
Ciberacoso, depredadores y otros riesgos sociales
El ciberacoso consiste en utilizar medios digitales para hostigar, humillar o intimidar a otra persona: difundir rumores, compartir fotos comprometedoras, crear perfiles falsos, enviar mensajes crueles o incitar al daño.
Es fundamental que los niños e incluso los adolescentes entiendan el impacto que tienen sus palabras y acciones en línea. Igual que se les enseña a no insultar en el patio, hay que enseñarles a no participar ni tolerar ataques en redes, chats o videojuegos.
Los depredadores online buscan ganarse la confianza de menores a través de redes sociales, juegos, apps de mensajería o videollamadas. Adoptan identidades falsas, se muestran comprensivos y poco a poco intentan aislar a la víctima y conseguir información, imágenes o encuentros físicos.
Señales como cambios bruscos de humor, secretismo con el móvil, miedo a ir al colegio o regalos inexplicables pueden indicar que algo va mal. Lo clave es crear un clima de confianza en el que el menor se sienta seguro para contar lo que le ocurre sin miedo a represalias.
Normas básicas de seguridad para menores
Antes de que un niño tenga acceso libre a dispositivos, necesita aprender unas reglas claras y adaptadas a su edad:
- No descargar programas ni hacer clic en enlaces sin permiso, especialmente si vienen de mensajes o anuncios llamativos.
- No compartir datos personales como dirección, colegio, horarios o fotos íntimas.
- No responder a mensajes groseros, amenazantes o raros y avisar siempre a un adulto.
- No quedar en persona con alguien conocido solo por internet sin que los padres lo sepan y supervisen.
Ubicar el ordenador principal en una zona común de la casa y limitar horarios facilita supervisar sin invadir totalmente su intimidad. En móviles y tablets, los controles parentales ayudan a filtrar contenido y gestionar el tiempo de uso.
También conviene enseñar a los niños a cuestionar lo que ven en internet: no toda la información es cierta, hay bulos, montajes y campañas de desinformación. Aprender a contrastar fuentes es una habilidad clave desde edades tempranas.
Seguridad en internet para empresas y teletrabajo
En el ámbito empresarial, la seguridad en internet se juega buena parte de la continuidad del negocio. Una filtración de datos, un ataque de ransomware o un fraude financiero pueden suponer pérdidas millonarias, sanciones legales y daños reputacionales difíciles de reparar.
Políticas, formación y cultura de seguridad
No basta con instalar tecnología: las empresas necesitan políticas claras de seguridad que definan qué se puede hacer, qué no, cómo se gestionan contraseñas, qué uso se permite del correo corporativo, cómo se tratan los datos personales, etc.
La formación periódica de los empleados es imprescindible: reconocer correos de phishing, saber cómo actuar ante un incidente, entender la importancia de actualizar equipos y de no instalar software no autorizado. El factor humano sigue siendo la puerta de entrada más habitual.
El auge del teletrabajo ha complicado todavía más el panorama, al sacar muchos dispositivos fuera de la “burbuja” del perímetro corporativo. Es fundamental dotar a los trabajadores remotos de VPN, servicios de escritorio remoto, autenticación fuerte, equipos gestionados y procedimientos claros para conexiones desde casa.
Tecnologías clave en el entorno corporativo
Además de firewalls avanzados y sistemas de detección y respuesta ante intrusiones, muchas organizaciones se apoyan en pasarelas web seguras (SWG) para filtrar tráfico, bloquear malware y controlar el acceso a sitios de riesgo.
El cifrado de datos en tránsito y en reposo, copias de seguridad verificadas y segmentación de redes ayudan a limitar el impacto de posibles ataques. Cada vez gana más peso el modelo de confianza cero, que parte de la idea de no confiar en ningún dispositivo o usuario por defecto, aunque esté dentro de la red interna.
Las auditorías de seguridad y pruebas de penetración periódicas permiten descubrir vulnerabilidades antes de que lo hagan los atacantes. Y tener un plan de respuesta ante incidentes bien definido reduce el caos cuando algo falla.
La seguridad en internet no es un “producto” que se compra una vez, sino un proceso continuo que combina tecnología, procedimientos y educación. Conocer las amenazas más habituales, cuidar las contraseñas, usar autenticación multifactor, mantener sistemas actualizados, proteger redes y formar a menores y empleados marca la diferencia entre ser un objetivo fácil o un usuario (o empresa) que complica mucho la vida a los ciberdelincuentes.