- El mayor impacto ambiental proviene de centros de datos y redes, no del “aire” del Wi‑Fi.
- La evidencia dominante indica que la exposición Wi‑Fi habitual está muy por debajo de límites.
- Streaming y videollamadas concentran la huella; cámara apagada y SD reducen hasta 96%/86%.
- Reciclaje y vida útil de dispositivos son claves para recortar residuos y emisiones.
¿El Wi‑Fi es malo para el medioambiente? La respuesta rápida es que el impacto no viene del «aire» en sí, sino de todo lo que hay detrás de nuestras conexiones: centros de datos, redes y la electricidad que los alimenta. Al mismo tiempo, sobre salud humana, la evidencia dominante señala que las redes Wi‑Fi operan muy por debajo de los niveles capaces de producir efectos térmicos significativos, pero existen movimientos y estudios que piden más precaución, sobre todo por su posible impacto en fauna y flora. Vamos a ordenar todas las piezas con datos y contexto.
Todas estas dudas han vuelto a estar en la palestra debido a un estudio iniciado por la Universidad de East London, de donde nació de un cartel provocador que decía: «El wifi no crece en los árboles. El tiempo que pasas frente a la pantalla está dañando el clima«. Aunque a primera vista parece centrarse en el Wifi, la esencia del mensaje es que el tiempo que dedicamos a las redes sociales es lo que realmente perjudica el medio ambiente.
El estudio investiga cómo nuestro uso de redes sociales impulsa a los centros de datos a generar más emisiones que las producidas por toda la industria aérea. La universidad busca desafiar el statu quo e impulsar la investigación para hacer que estos centros de datos sean más sustentables.
.@AndyMasley you’re desperately needed on the London tube!! pic.twitter.com/femGSAgxv0
— Luzia 🔸 (@_revoluzia_) August 16, 2025
Huella digital de carbono: cuánto contamina estar conectados
Las tecnologías de la información y comunicación (TIC) han sido responsables históricamente de alrededor del 2% de las emisiones de gases de efecto invernadero, con estimaciones más recientes que sitúan el conjunto de internet en torno al 3,7% antes de 2020. Esta cifra ha crecido de la mano del tráfico de datos, especialmente por el auge del vídeo online.
La llamada “huella digital de carbono” recoge el impacto de nuestras acciones en internet: perfiles en redes, vídeos, correos, almacenamiento en la nube, etc. Incluso actividades aparentemente inocuas como enviar emails o realizar búsquedas tienen coste energético.
Algunos datos ilustrativos: un análisis clásico atribuyó a un par de búsquedas una energía comparable a hervir una taza de agua, al redirigirse la consulta simultáneamente a múltiples servidores para minimizar latencia. Si un usuario realiza unas 949 búsquedas al año, podría llegar a emitir cerca de 9,9 kg de CO2, según estimaciones de entonces. Un trabajador que envía 33 correos por semana podría rondar 136 kg de CO2 anuales solo por ese hábito.
La infraestructura también pesa: se ha señalado que un 10% de la energía de centros de datos podría abastecer a miles de hogares durante un mes. Los centros de datos y redes requieren electricidad, y su huella depende de la mezcla energética del país (más fósiles, mayor CO2; más renovables, menor CO2).
- 2% de la contaminación mundial por CO2 atribuida a las TIC en estimaciones previas; internet llegó al 3,7% del total antes de 2020.
- Un par de búsquedas pueden equipararse, en ciertas estimaciones, a hervir una taza de té por su consumo energético agregado.
- Envío de emails: 33 por semana ≈ 136 kg de CO2/año por persona en una estimación divulgada; reducir correos innecesarios ahorra emisiones.
- Centros de datos: su consumo podría abastecer a miles de hogares; su impacto real depende de las fuentes de electricidad.
La industria también se ha movido: se han citado ejemplos como Yahoo aprovechando el viento para refrigeración natural en instalaciones de Lockport (Nueva York) o inversiones de Google en energía solar en Alemania, con otros actores rezagados en su día. La transición a renovables en la cadena de suministro digital es clave para reducir la huella.
Wi‑Fi, salud y radiación: qué dice la ciencia y qué piden los críticos
Las redes Wi‑Fi emiten radiación electromagnética no ionizante en bandas de 2,4 y 5 GHz, similares a las usadas por Bluetooth u otros sistemas. La evidencia mayoritaria apunta a que, a los niveles habituales de exposición, no hay efectos más allá del calentamiento de tejidos, y este sería insignificante con Wi‑Fi en condiciones normales.
La Organización Mundial de la Salud ha señalado que la principal interacción de estas radiofrecuencias con el cuerpo es térmica, y que no existe base sólida para atribuir a estas exposiciones otros síntomas difusos, que podrían explicarse por factores ambientales o el estrés de la preocupación. Un análisis de 21 estudios encontró que en hogares, la mayor fuente de RF eran los teléfonos inalámbricos DECT, y que la exposición total personal no superó el 0,004% del límite de la ICNIRP.
En la práctica, la intensidad importa, las Wi‑Fi trabajan entre 10.000 y 100.000 veces por debajo de niveles donde el efecto térmico sería apreciable. La IARC (OMS) clasificó en 2011 los campos de radiofrecuencia como “posible carcinógeno” (2B) por el uso prolongado del móvil, no específicamente por Wi‑Fi, cuya exposición típicamente es distinta y mucho menor.
Comparativas divulgativas señalan que pasar un año junto a un punto Wi‑Fi equivaldría a la dosis de ondas de una llamada de móvil de unos 20 minutos, y que la luz de una bombilla transmitiría más energía que una red Wi‑Fi en términos de exposición cotidiana. Aun así, si te inquieta, puedes separar el punto de acceso al menos un metro de lugares donde pasas tiempo y apagar el router de noche.
Quienes piden más cautela invocan efectos no térmicos y riesgos en grupos sensibles (niñez, personas mayores), así como exposiciones acumuladas en escuelas y espacios laborales. Organismos y colectivos han reclamado revisar límites, promover cableado o aplicar el principio de precaución.
Wi‑Fi, fauna y flora: el frente ambiental emergente
Más allá de los humanos, diversos trabajos han explorado efectos de CEM no ionizantes en fauna y flora. Revisiones de cientos de estudios han señalado impactos potenciales en reproducción, inmunidad, anidación o supervivencia en animales, y cambios bioquímicos y de crecimiento en plantas, con daños observados en copas de árboles expuestos a altas intensidades cerca de estaciones base.
Los insectos suscitan una preocupación especial: modelizaciones sugieren que frecuencias más altas empleadas por 5G y futuras redes pueden absorberse más intensamente en cuerpos pequeños, con posibles efectos en polinizadores. A su vez, se han propuesto mecanismos de desorientación en cetáceos por radiofrecuencias de radares u otros equipos, si bien este es un campo en evolución con múltiples factores.
Ante esta evidencia heterogénea, colectivos científicos han pedido que los marcos regulatorios incluyan a fauna y flora, ya que los límites de exposición de organismos como FCC o ICNIRP se centran en humanos. Se proponen directrices para exposiciones crónicas de bajo nivel, evaluaciones ambientales de grandes despliegues (como 5G), rediseño de infraestructuras y mitigaciones en áreas sensibles.
En 2021, un tribunal de apelaciones de EE. UU. instó a la FCC a abordar cuestiones no consideradas adecuadamente en relación con efectos ambientales de la radiación inalámbrica, tras una demanda liderada por Environmental Health Trust. También se ha elevado una petición al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente para que incorpore este tema en su agenda, con un plan de acción que priorice la protección de biodiversidad.
Campañas, fechas y educación: del “Día Mundial Sin Wi‑Fi” a la alfabetización digital
La Federación Ambientalista Internacional propuso el 8 de noviembre como “Día Mundial Sin Wi‑Fi” para sensibilizar sobre usos más seguros e inteligentes, promoviendo conexiones por cable o fibra en entornos sensibles como escuelas y hogares con menores. Estas iniciativas subrayan el riesgo percibido por exposiciones continuas y abogan por reducir emisiones innecesarias.
En paralelo, iniciativas de divulgación científica remarcan que las redes Wi‑Fi, en condiciones normales, operan muy por debajo de límites, y que no se ha identificado un mecanismo no térmico robusto que explique daños en humanos a esas intensidades. La clave está en diferenciar riesgos, contextualizar la evidencia y evitar alarmismo, sin dejar de mejorar políticas ambientales donde hay incertidumbres, especialmente para ecosistemas.
Qué es el Wi‑Fi y cuánta potencia emite
Wi‑Fi (IEEE 802.11) es un conjunto de estándares que permiten conectar dispositivos sin cables mediante radiofrecuencias en bandas no licenciadas. Su alcance típico va de unas decenas a un centenar de metros según entorno y equipo, y comparte espectro con Bluetooth, algunos teléfonos inalámbricos y otros sistemas. Descubre las tecnologías de almacenamiento para potenciar tu red.
Los routers domésticos suelen emitir del orden de 100 mW, y la transmisión se intensifica cuando hay intercambio de datos. En comparación, un móvil puede emitir picos mayores, aunque a distinta configuración de uso. Conexiones por cable siguen ofreciendo menor latencia y más estabilidad si es posible desplegarlas.
Buenas prácticas si te preocupa la exposición: colocar el punto de acceso a más de un metro de zonas de estancia prolongada, no instalarlo junto a la cama ni en dormitorios infantiles, y apagarlo cuando no haga falta. Estas medidas son de tranquilidad personal más que de necesidad sanitaria según la evidencia mayoritaria, pero contribuyen además a ahorrar energía.
Cómo reducir tu huella digital (sin dejar de usar internet)
- Pequeños gestos tienen efecto: apagar cámara en videollamadas cuando no sea imprescindible (hasta −96% de huella), bajar de HD a SD cuando el contenido lo permita (−86%), y descargar contenidos para ver sin reconexiones constantes puede ahorrar tráfico.
- Optimiza tus búsquedas y correos: usa marcadores, términos precisos y evita emails prescindibles o adjuntos pesados. Concentrar tareas en menos mensajes y limpiar suscripciones reduce transferencias y almacenamiento.
- Configura tus dispositivos: reduce brillo, desactiva sincronizaciones innecesarias y apaga equipos y routers cuando no los uses. Además de reducir exposición, ahorras electricidad y alargas la vida útil.
- Elige proveedores con renovables: valora servicios que alimentan centros de datos con energías limpias. Tu huella depende en gran parte de cómo se produce la electricidad que consume la infraestructura.
Residuos electrónicos: el otro lado de la conectividad
La renovación acelerada de dispositivos dispara los residuos electrónicos: se generan cerca de 50 millones de toneladas al año. Muchos contienen metales pesados y sustancias peligrosas como mercurio, plomo, cadmio o cromo, con impactos severos en salud y ecosistemas si no se gestionan bien. []
Un solo tubo fluorescente puede contaminar miles de litros de agua, una batería de níquel‑cadmio decenas de miles, y un televisor hasta decenas de miles más en estimaciones divulgativas. El tratamiento adecuado evita estos daños y permite recuperar valor.
La electrónica también es una mina urbana: hasta 60 elementos de la tabla periódica pueden estar presentes; oro, plata, cobre, platino, paladio, hierro, aluminio y plásticos se pueden recuperar. Se estiman decenas de miles de millones de euros anuales en materiales si se recicla correctamente.
Campañas como “Movilízate por la selva” del Instituto Jane Goodall fomentan reciclar móviles en desuso, visibilizando el vínculo entre minerales de conflicto (coltán, casiterita), pérdida de biodiversidad y sufrimiento humano en zonas de extracción. Reciclar y alargar la vida útil de los equipos es una de las mejores decisiones ambientales del usuario.
Consejos prácticos para hogares y centros educativos
- Para tu tranquilidad y eficiencia energética: sitúa el router fuera de dormitorios, evita ubicarlo junto a la cabeza en zonas de descanso y limita la potencia a la necesaria para tu vivienda. En centros con menores, valora el cable donde sea viable, sin demonizar wifi pero optimizando despliegues y tiempos de emisión.
- En el día a día digital: prioriza videollamadas solo cuando aporten valor real, ajusta calidad de streaming, agrupa tareas online para evitar conexiones dispersas y utiliza equipos eficientes en consumo (un portátil básico eficiente suele bastar para la mayoría).
- Sobre políticas y responsabilidad: muchas mejoras dependen de decisiones sistémicas (mix energético, eficiencia de centros de datos, diseño de redes). Como usuarios, podemos presionar votando con nuestro consumo y apoyando proveedores e iniciativas que reduzcan la huella de la infraestructura digital.
- La foto completa de Wi‑Fi y medioambiente combina tres planos: las emisiones asociadas a la infraestructura que permite nuestras conexiones, el debate sanitario con evidencia dominante de seguridad a niveles habituales pero con peticiones de precaución, y el reto de los residuos electrónicos y el ciclo de vida de dispositivos. Con hábitos conscientes, elección de servicios más limpios y una buena dosis de sentido común, se puede disfrutar de la conectividad reduciendo impactos evitables.