- Origen y estándar: alianza Sony-Philips, Red Book y debut comercial con ABBA.
- Tecnología y capacidad: láser, EFM, CIRC y hasta 74 minutos/650 MB.
- Expansión total: Rainbow Books, CD-ROM y auge en música, PC y consolas.
- Declive y renacer: caída por MP3/streaming y repunte por coleccionismo.
Hace más de cuatro décadas, un disco plateado de 12 centímetros cambió para siempre cómo escuchábamos música y cómo guardábamos datos. El hito tuvo lugar el 17 de agosto de 1982, cuando en la planta de Polygram de Langenhagen (Alemania) se prensaron las primeras copias comerciales de The Visitors, de ABBA. A partir de ahí, el Compact Disc (CD) abrió una era de audio digital sin ruidos, almacenamiento fiable y un estándar que pronto saltaría de la música al software, a los videojuegos y al vídeo.
Durante los años ochenta y noventa el CD reinó en la música y, poco después, en la informática doméstica gracias al CD-ROM y su “familia” de variantes. En los primeros años 2000 llegó a rozar los mil millones de unidades anuales solo en Estados Unidos, hasta que la combinación de MP3, P2P y, más tarde, el streaming, lo desplazó del trono. Aun así, el formato no ha desaparecido: mantiene un público fiel, un aura coleccionista y un legado tecnológico que todavía sustenta otros soportes ópticos.
De la alianza Sony-Philips al primer CD en las tiendas
El proyecto del CD nació en 1979 como una colaboración entre Philips y Sony con la ambición de superar al vinilo en calidad y durabilidad. Un año después, en junio de 1980, ambas compañías fijaron las especificaciones del audio digital en el célebre Red Book, base del estándar Compact Disc Digital Audio (CD-DA).
El tamaño definitivo del disco, 12 centímetros, se atribuye a una decisión impulsada por una idea icónica: que cupieran 74 minutos de música, la duración de una interpretación de la Novena Sinfonía de Beethoven, pieza favorita de Norio Ohga, entonces presidente de Sony. Antes se barajó un diámetro de 11,5 cm, pero esa ampliación afianzó el estándar que hoy todos reconocemos.
Los primeros reproductores y discos salieron en Japón en octubre de 1982 y, a partir de marzo de 1983, se expandieron por Europa y Estados Unidos. Aunque The Visitors de ABBA fue el primer álbum prensado de forma comercial (17 de agosto de 1982), persiste el debate sobre cuál fue el primer CD en ponerse realmente a la venta: la mayoría apunta a 52nd Street, de Billy Joel, que se incluyó con el Sony CDP-101, lanzado el 1 de octubre de 1982.
El impacto del estreno fue inmediato en la música, pero pronto se vería que el CD iba mucho más allá. Su robustez, la lectura óptica y la compatibilidad internacional cimentaron la adopción masiva en muy pocos años, impulsando una industria que en los noventa ya había relegado a vinilos y casetes a un papel minoritario en la mayoría de mercados.
Por qué sonaba tan bien: especificaciones y ventajas del CD
El CD-DA estandarizó una calidad de audio de 44,1 kHz, 16 bits y sonido estéreo, que se traducía en una escucha limpia y estable. Frente a los soportes analógicos, desaparecían el siseo y los chasquidos característicos, dando paso a una reproducción sin ruidos añadidos.
La clave estaba en la lectura óptica mediante láser y en una cadena de codificación y corrección de errores muy cuidada. El sistema emplea modulación EFM (8-14) y el código CIRC (Cross-Interleaved Reed-Solomon Code), que reordena e introduce redundancia para corregir defectos derivados de polvo o pequeños arañazos.
Físicamente, los datos se graban como una única espiral de diminutas hendiduras y superficies planas —los famosos pits y lands—, de alrededor de 0,5 micrómetros de ancho, que empiezan cerca del centro del disco y se extienden hacia el borde exterior. Un láser infrarrojo de 780 nm ilumina esa pista y, al detectar cambios en la luz reflejada cuando hay transición entre pit y land, el lector reconstruye los “ceros” y “unos”.
La capacidad original del CD fue otro salto gigantesco: hasta 74 minutos de audio o unos 650 MB de datos. Para contextualizar la magnitud del avance: un disquete de 3,5 pulgadas almacenaba 1,44 MB. De repente, las bandas sonoras, colecciones musicales y programas cabían con holgura en un único disco.
Los “Libros del arcoíris”: la familia de estándares que extendió el formato
El CD no se quedó en el audio: su evolución se ordenó en los llamados Rainbow Books, cada uno con un propósito. Esta división por “libros” garantizó la interoperabilidad entre reproductores y discos, y permitió abrir el abanico a usos tan distintos como datos, vídeo o audio de alta resolución.
- Red Book (1980): CD de audio (CD-DA).
- Yellow Book (1983): CD-ROM para almacenamiento de datos.
- Green Book (1986): CD-i (Compact Disc-Interactive), contenido multimedia interactivo.
- Orange Book (1990): CD-R y CD-RW, grabables y regrabables.
- White Book (1993): Video CD (VCD) para vídeo digital.
- Blue Book (1995): Enhanced CD, mezcla de audio y datos.
- Scarlet Book (1999): SACD (Super Audio CD), audio de muy alta calidad.
Gracias a estos estándares, el CD sirvió para enciclopedias digitales como Encarta, software, videojuegos, álbumes con contenido extra y hasta películas en VCD. La compatibilidad y el precio decreciente de los lectores allanaron un ecosistema enorme de aplicaciones.
Del salón al escritorio: CD-ROM, PC y consolas
El salto a la informática se oficializó con el Libro Amarillo de 1985, que definió el CD-ROM como medio de datos. A comienzos de los noventa, las primeras unidades ópticas empezaron a popularizarse en ordenadores domésticos: ahora cabían hasta 700 MB de datos, además de música y vídeo a calidad muy superior a lo que ofrecían los disquetes.
En consolas, el CD fue sinónimo de “nueva generación”. El módulo Mega-CD de SEGA, expansión para Mega Drive, mostró músculo con bandas sonoras superiores y secuencias de vídeo que antes eran impensables. Poco después, el gran estallido llegó con PlayStation (PS1) y SEGA Saturn: el formato permitió mejorar gráficos, audio y cargó el catálogo de cinemáticas que elevaban la inmersión.
Un ejemplo que ilustra esa diferencia fue Resident Evil 2. En PS1 ocupaba dos discos —en torno a 1,2 GB—, mientras que el port a Nintendo 64 tuvo que comprimirse hasta encajar en un cartucho de solo 64 MB, con sacrificios claros en escenas de vídeo y en la calidad del sonido por la falta de espacio.
La capacidad del CD también alteró por completo la “economía” de la copia privada y la piratería de los noventa. Muchos recordarán los célebres “CD Mix” con varios juegos comprimidos en un único disco, logrados a base de recortar contenidos considerados no esenciales, como piezas musicales o cinemáticas. Con una grabadora —cara al principio, pero vista por algunos como inversión— se podían distribuir compilaciones que antes eran inimaginables.
Para más de uno, el CD fue la puerta a experiencias que acabaron impulsando la compra de originales. Es el caso de Heroes of Might and Magic: existían copias circulando, pero la edición completa en CD ocupaba casi todo el disco por incluir una opción memorable de “música de ópera”. Aquella banda sonora transformaba el juego, y encontrar una oferta para hacerse con el original se convertía en una pequeña obsesión.
Auge histórico, cifras récord y posterior declive
A mediados de los noventa el CD ya había desbancado a vinilos y cintas en buena parte del mundo. El punto álgido llegó en el año 2000, cuando se vendieron cerca de 943 millones de discos solo en Estados Unidos, superando el 90% de cuota en el mercado musical. Dire Straits había marcado un antes y un después ya en 1985 con Brothers in Arms: fue el primer álbum que rebasó el millón de copias vendidas en CD.
La caída comenzó con la irrupción del MP3 y las redes P2P como Napster o eDonkey, y se aceleró con la música digital comercial (iTunes) y, más tarde, el streaming (Spotify, Apple Music, etc.). En 2018, las ventas en Estados Unidos rondaron los 52 millones de unidades; en 2020, el peor año para el formato, aún se despacharon 31,6 millones.
Desde entonces se aprecia una ligera recuperación en algunos mercados. En 2024, Estados Unidos registró 32,9 millones de CDs vendidos. El formato sigue presente en tiendas junto a vinilos y casetes, como refugio para quienes prefieren poseer su música sin depender de suscripciones o licencias cambiantes.
Un renacer impulsado por el coleccionismo
Desde 2021 se percibe un repunte apoyado por lanzamientos específicos para fans. Artistas superventas (Taylor Swift, Adele, BTS, entre otros) publican múltiples ediciones, con carátulas alternativas o extras que convierten al CD en objeto de colección.
Hay países donde el formato mantiene una base muy sólida. Francia, por ejemplo, vendió en 2023 unos 10,5 millones de CDs frente a 5,4 millones de vinilos. Japón es otro mercado especialmente receptivo. La tangibilidad, la estética y el ritual de abrir un estuche siguen teniendo tirón en plena era del streaming.
Cómo está hecho y cómo se lee: anatomía del soporte
Un CD típico mide 120 mm de diámetro y 1,2 mm de grosor, y se compone de varias capas con funciones muy definidas. El sustrato de policarbonato aloja los pits moldeados; encima se deposita una capa reflectante (habitualmente aluminio), que a su vez se protege con laca; la superficie superior se remata con la serigrafía o etiqueta.
La lectura se realiza con un láser infrarrojo de 780 nanómetros, que recorre la espiral de datos mientras el disco gira. La transición entre pit y land produce cambios en la luz reflejada que, gracias a la modulación EFM y a la corrección CIRC, se traducen en una señal digital estable incluso con defectos superficiales que arruinarían un vinilo.
CD-R y CD-RW: grabación doméstica y reescritura
El gran salto para el usuario llegó con el CD-R (1990), que permitió grabar discos en casa. En vez de pits físicos prensados en fábrica, el CD-R emplea un tinte orgánico fotosensible: el láser de grabación altera el tinte en puntos concretos para simular la pauta de pits/lands de un disco prensado.
El CD-RW añadió la posibilidad de borrar y reescribir el contenido. Utiliza una aleación de cambio de fase que alterna entre estados amorfo y cristalino al aplicar el láser con distintas potencias, soportando en torno a mil ciclos de regrabación antes de degradarse de forma apreciable.
Hitos de expansión: lanzamientos y adopción
Las fechas clave ayudan a entender la velocidad de adopción. Tras el debut japonés de octubre de 1982, en marzo de 1983 el CD ya estaba en Europa y Estados Unidos. Además del hito de ABBA con The Visitors como primer prensado comercial, el lanzamiento del reproductor Sony CDP-101, acompañado de 52nd Street de Billy Joel, simbolizó la entrada del CD en el salón de casa.
La industria musical abrazó el formato con rapidez. Brothers in Arms de Dire Straits demostró el potencial comercial del CD a mediados de los ochenta, abriendo la puerta a catálogos reeditados y a producciones pensadas desde el principio para un soporte digital impecable.
Hoy, el CD convive con los formatos digitales como un soporte físico fiable, asequible y con décadas de vida útil por delante. Su tecnología óptica sirvió de base para el DVD y el Blu-ray, su historia resume la transición del mundo analógico al digital y, aunque ya no ocupe el centro del escenario, su mezcla de sonido consistente, compatibilidad y coleccionismo sigue enamorando a quien disfruta tanto de la música como del propio objeto.