- Apple nació de la mano de tres fundadores, con Ronald Wayne vendiendo sus acciones por unos cientos de dólares que hoy valdrían miles de millones.
- El logotipo, los nombres de productos como Macintosh o Lisa y proyectos fallidos como la Pippin o el Newton esconden historias tan creativas como caóticas.
- La obsesión por el diseño se extiende desde el iMac y sus colores caramelizados hasta las Apple Store y el futurista Apple Park.
- Entre líneas de ropa olvidadas, sensores polémicos y anécdotas como la hora 9:41, Apple ha construido una leyenda llena de curiosidades únicas.

Si hay una compañía capaz de mezclar tecnología punta, marketing milimetrado y anécdotas casi surrealistas, esa es Apple. Hoy la vemos como un icono de diseño y estatus, pero su trayectoria está llena de decisiones raras, productos fallidos, detalles casi obsesivos y golpes de suerte (o de mala suerte) que han marcado su historia.
A lo largo de los años, Apple ha pasado de ser un proyecto montado en un garaje a convertirse en una especie de estilo de vida para millones de personas. Pero detrás de los iPhone, los Mac o el Apple Watch, hay historias de fundadores que vendieron sus acciones por calderilla, ratones imposibles de usar, ordenadores casi de coleccionista y hasta líneas de ropa que no quiso nadie. Si te apetece cotillear el lado más friki y curioso de la manzana, ponte cómodo, porque viene una buena colección de curiosidades de Apple.
Los orígenes de Apple y sus tres fundadores
La mayoría de la gente recuerda a Steve Jobs y Steve Wozniak como los grandes padres de Apple, pero lo cierto es que la empresa nació oficialmente con un tercer cofundador: Ronald Wayne. La compañía se creó el 1 de abril de 1976 y en aquel momento eran tres socios a partes muy distintas, cada uno con un papel concreto.
Wayne fue el encargado de plasmar en papel el acuerdo original de creación de la empresa, redactar el contrato y diseñar el primer logotipo de Apple Computer Co.. Mientras Jobs y Wozniak aportaban la parte técnica y la visión de producto, Wayne ofrecía cierta experiencia empresarial y una apariencia de seriedad que, sobre el papel, venía muy bien a una start-up de garaje.
Sin embargo, Ronald Wayne no duró prácticamente nada en la aventura. A los 12 días de la fundación, decidió largarse por miedo a las deudas y vendió sus acciones por apenas 800 dólares a Jobs y Wozniak. Aquella pequeña participación, con el tiempo, habría alcanzado un valor estimado de decenas de miles de millones de dólares. Es, sin exagerar, uno de los peores movimientos financieros de la historia de Silicon Valley.
Años después, Wayne también se deshizo del contrato original que él mismo había redactado, cediéndoselo a un coleccionista de autógrafos por unos pocos cientos de dólares. Ese mismo documento acabaría subastándose por más de un millón y medio de dólares. Viendo este historial, más de uno diría que, si te cruzas a Ronald Wayne, le compres absolutamente todo lo que quiera vender.
Wozniak, por su parte, empezó todo esto porque soñaba con fabricar su propio ordenador personal. En los años 70 construyó un equipo muy básico, inspirado por máquinas como el Altair 8800, y sus amigos le animaron a convertirlo en algo comercial. Steve Jobs, con solo 21 años, vio el potencial del invento y convenció a Woz para montar un negocio. Tanto fue así que Jobs vendió su furgoneta y Wozniak se deshizo de su calculadora programable para financiar los primeros pasos de la empresa en el famoso garaje de la familia Jobs.
El primer logo y la transformación de la manzana mordida
Uno de los detalles menos conocidos de Apple es que su logo original no tenía nada que ver con la manzana mordida minimalista que conocemos hoy. El primer emblema, obra de Ronald Wayne, era una ilustración muy recargada de Isaac Newton sentado bajo un manzano, justo en el momento en el que una manzana estaba a punto de caer sobre su cabeza, en referencia al descubrimiento de la gravedad.
Aquel logo incluía además un marco lleno de detalles y una cita en inglés antiguo, algo totalmente alejado de la simplicidad que hoy asociamos a Apple. Steve Jobs consideraba que era un diseño demasiado anticuado, imposible de reproducir con claridad en cajas, anuncios o el propio hardware, así que apostó por un cambio radical hacia algo mucho más simple.
En 1977 llegó la famosa manzana de colores, diseñada por Rob Janoff, con las franjas del arcoíris. Este diseño hacía un guiño al Apple II, uno de los primeros ordenadores personales del mundo con pantalla a color. La silueta ya incluía el característico mordisco, que servía tanto para diferenciar la manzana de cualquier otra fruta como para que se reconociera mejor en tamaños pequeños.
Con el tiempo surgió una teoría bastante popular que decía que el mordisco era un juego de palabras con el término inglés “byte” (unidad de información) y “bite” (mordisco). Aunque la explicación oficial se centra en razones de diseño, la coincidencia lingüística ayudó a reforzar la imagen tecnológica de la marca. En cualquier caso, ese logo simplificado se convirtió en uno de los símbolos más reconocibles del planeta.
Macintosh, Lisa y otros nombres con historia
El nombre Macintosh no fue una decisión improvisada. Detrás estaba Jef Raskin, un empleado de Apple que era muy fan de una variedad de manzana llamada McIntosh. Le gustaba cómo sonaba y propuso ese nombre para el nuevo ordenador personal en desarrollo. Para evitar conflictos legales con la marca de las manzanas, acabaron modificando ligeramente la grafía a “Macintosh”.
Con el tiempo, el nombre se acortó a “Mac” y se convirtió en sinónimo de los ordenadores de Apple. Curiosamente, Steve Jobs llegó a barajar otros nombres mucho más peculiares, como “Bicycle”, porque él veía los ordenadores como una especie de bicicleta para la mente. Al final, los ejecutivos descartaron esa idea, y cuesta imaginar hoy a la gente llamando a su iMac “Bicycle”.
Antes del lanzamiento de la Macintosh en 1984, Apple desarrolló un ordenador avanzado llamado Lisa. Oficialmente, las siglas correspondían a “Logical Integrated Software Architecture”, pero todo el mundo sabía que el nombre coincidía con el de la hija de Steve Jobs. Aunque durante años él evitó reconocerlo, hoy está bastante asumido que el homenaje era evidente.
La Lisa fue un proyecto muy ambicioso, con interfaz gráfica, ratón e innovaciones que se adelantaron a su época. Sin embargo, el precio era una locura: rondaba los 10.000 dólares de la época, de modo que las ventas fueron extremadamente limitadas y no llegó ni a las 100.000 unidades distribuidas. El equipo terminó siendo uno de los grandes fracasos comerciales de Apple, pero actualmente es una pieza muy codiciada por coleccionistas, sobre todo si sigue funcionando.
Ordenadores míticos: Apple I, iMac G3 y el portátil “portátil”
El Apple I fue el primer ordenador comercial de la compañía, y aquí viene una de las cifras más curiosas: se vendía por exactamente 666,66 dólares. Steve Wozniak aseguró en varias ocasiones que no había ninguna intención satánica ni nada por el estilo; simplemente le gustaban los números repetidos y le parecía fácil de escribir y recordar.
Aquella placa base montada a mano se vendió en cantidades muy limitadas. Hoy se estima que quedan pocas decenas de unidades en circulación, lo que ha disparado su valor como objeto de coleccionista. Algunos Apple I han alcanzado cifras de subasta astronómicas, llegando a rondar cientos de miles de dólares en casas de subastas o en museos tecnológicos.
Con la llegada del iMac G3 en 1998, Apple dio un golpe sobre la mesa en cuanto a diseño. Ese ordenador todo en uno, con carcasa translúcida y colores llamativos, rompió completamente con la estética gris y aburrida del resto de PCs de la época. Detrás de esos tonos vivos hubo un trabajo sorprendente: el diseñador Jonathan Ive y su equipo pasaron meses estudiando cómo se trabajaban los colores en una fábrica de caramelos, para entender mejor los acabados, brillos y combinaciones que resultaban más atractivos.
No todo fue perfecto en ese iMac G3. El ratón circular que lo acompañaba, conocido coloquialmente como “hockey puck”, es uno de los periféricos más criticados de la historia de Apple. Su forma totalmente redonda, sin referencias claras para saber en qué posición lo estabas cogiendo, hacía que fuera muy incómodo y poco ergonómico. Muchos usuarios tuvieron que recurrir a pegatinas o inventos caseros para distinguir la parte superior de la inferior.
Bastante antes de eso, en 1989, Apple lanzó su primer ordenador portátil, el Macintosh Portable. Lo de “portátil” hay que cogerlo con pinzas, porque el aparato pesaba cerca de ocho kilos y necesitaba estar enchufado casi todo el tiempo. Aunque en su momento supuso un intento serio de llevar el Mac fuera de la mesa de trabajo, hoy se recuerda más como un ladrillo tecnológico que como un antecedente útil de los MacBook.
Cámaras, consolas y otros inventos poco conocidos
Además de ordenadores y móviles, Apple también se atrevió con otros dispositivos menos recordados. En 1994 lanzó la QuickTake 100, considerada una de las primeras cámaras digitales en color para el gran público en Estados Unidos. Tenía 1 MB de almacenamiento, una resolución inferior a un megapíxel y, para rematar, ni siquiera incluía pantalla para ver las fotos.
La QuickTake 100 fue fabricada en colaboración con Kodak y se conectaba al Mac mediante un cable serie. Costaba unos 749 dólares, una cifra muy elevada para lo que ofrecía. Más adelante llegaron las QuickTake 150 y 200, esta última desarrollada junto a Fujifilm y con compatibilidad para ordenadores Windows. Pese a ser pioneras, no terminaron de cuajar y Apple abandonó el negocio de las cámaras digitales bastante antes de la explosión real de ese mercado.
Otra apuesta peculiar fue la Pippin, una consola de videojuegos lanzada a mediados de los 90 en colaboración con la japonesa Bandai. La idea era crear un sistema multimedia capaz de reproducir juegos, CDs y conectarse a Internet, pero el resultado fue un producto caro, con pocos títulos disponibles y un rendimiento muy por debajo de consolas como la PlayStation o la Nintendo 64.
La Pippin costaba aproximadamente el doble que la PlayStation, lo que la dejó prácticamente fuera de juego desde el primer momento. Sus ventas fueron ridículas y en 1997, poco antes del regreso de Steve Jobs a la compañía, el proyecto se canceló. Hoy se recuerda como uno de los mayores tropiezos de Apple en el terreno del ocio digital.
iPod, iPhone y el detalle de las 9:41
El lanzamiento del iPod en 2001 supuso el inicio de una nueva etapa. Apple pasó de ser “solo” un fabricante de ordenadores a convertirse en una compañía de dispositivos de consumo masivo. El primer modelo tenía 5 GB de capacidad, una pequeña pantalla en blanco y negro y una rueda física que giraba de verdad para navegar por los menús. No era el único reproductor MP3 del mercado, pero sí el que mejor combinaba tamaño, diseño y marketing.
El nombre “iPod” nació de una lluvia de ideas en la que participó el redactor publicitario Vinnie Chieco. Al escuchar el eslogan que tenía en mente Jobs, “1.000 canciones en tu bolsillo”, le vino a la cabeza la película “2001: Una odisea del espacio” y la frase “Open the pod bay doors, HAL”. A partir de esa palabra “pod” y del prefijo “i” que Apple ya había usado en otros productos, surgió el mítico “iPod”.
Como guiño interno, el primer iPod escondía un pequeño huevo de Pascua: un juego llamado Breakout. Para acceder a él, los usuarios tenían que ir al menú “Acerca de” y mantener pulsado el botón central unos segundos. El detalle era aún más curioso porque Breakout había sido desarrollado originalmente por Steve Jobs y Steve Wozniak cuando trabajaban en Atari.
Con la llegada del iPhone en 2007, Apple dio otro salto histórico. Pero más allá del impacto tecnológico, hay un detalle que ha generado mucha curiosidad: la hora que marcan los dispositivos en las fotos promocionales. Si te fijas bien, la mayoría de imágenes oficiales del iPhone muestran las 9:41 a.m. en la pantalla.
La explicación es bastante simple: aquella era la hora aproximada en la que Steve Jobs presentó el primer iPhone durante la keynote de enero de 2007. De hecho, antes de que existiera el iPhone, las imágenes de otros productos solían marcar las 9:42, el momento en que se anunció públicamente. En el caso del iPad, Apple mantuvo ese hábito y ajustó también la hora a las 9:41, convirtiéndolo en un pequeño ritual de diseño y marketing interno.
La línea de ropa “The Apple Collection” y la Apple más fashion
En los años 80 y 90, Apple también quiso coquetear con el mundo de la moda. En 1986 lanzó una colección llamada “The Apple Collection”, una línea de ropa y accesorios con el logo de la manzana arcoíris bien visible. Había de todo: camisetas, polos, sudaderas, cinturones, gorras y hasta mochilas y bolsas de viaje.
La cosa no se quedó solo en textiles. En esa época se vendieron también artículos bastante peculiares como relojes, navajas multiusos, fiambreras, cantimploras, toallas de playa, sombrillas e incluso una tabla de windsurf con el logotipo de Apple. El catálogo parecía más el de una tienda de recuerdos que el de una empresa tecnológica.
Pese a lo llamativo de las prendas, la jugada salió rana. El gran público no terminaba de asociar a Apple con moda y la colección acabó pasando sin pena ni gloria. Paradójicamente, hoy esas prendas vintage con el logo clásico multicolor se han convertido en auténticos objetos de coleccionista, y algunas sudaderas ochenteras se venden por precios absurdamente altos en plataformas de segunda mano.
Actualmente Apple sigue comercializando algunos artículos de merchandising, pero lo hace de manera muy limitada y casi exclusiva en su campus de Cupertino. Para la mayoría de fans, encontrar una camiseta oficial de Apple en sus tiendas es algo bastante excepcional, lo que ha ayudado todavía más a aumentar el aura “retro” de la vieja colección.
Tiendas, diseño extremo y un campus de otro planeta
El cuidado por el detalle no se queda en los productos; también se nota en los espacios físicos. Las Apple Store están concebidas como auténticas obras de diseño industrial, hasta el punto de que la propia compañía ha registrado legalmente su distribución interna como si fuera una patente.
Desde la disposición exacta de las mesas hasta el tipo de iluminación, el tono de la madera o el cristal utilizado en las escaleras, todo sigue unas directrices muy estrictas. Algunas de estas soluciones arquitectónicas, como ciertos tipos de vidrio estructural o escaleras flotantes, están incluso patentadas. Para Apple, la tienda no es solo un punto de venta, sino parte clave de la experiencia de marca.
Antes de dar con el formato actual de las Apple Store, la empresa llegó a plantearse algo llamado “Apple Café”, una especie de cibercafé de marca donde los clientes podrían probar los productos mientras comían o tomaban algo. La idea rondó entre 1997 y 1998, pero nunca cuajó. Aun así, muchos conceptos de aquel proyecto se reciclaron en el diseño de las primeras tiendas físicas propias que Apple abrió a principios de los 2000.
La culminación de esta obsesión por el espacio es el Apple Park, la actual sede de la compañía en Cupertino. Diseñado por el prestigioso arquitecto Norman Foster, el complejo tiene forma de gigantesco anillo futurista y alberga a unas 12.000 personas trabajando en su interior. El coste estimado superó los 5.000 millones de dólares, una cifra que da una idea del nivel de perfeccionismo con el que se diseñó cada rincón.
Hasta el detalle de las pizzas está cuidado: Apple dedicó un equipo entero a diseñar una caja redonda específica para llevar las pizzas del campus, pensada para evitar que la masa se quedara blanda. Puede sonar exagerado, pero encaja perfectamente con la fama de obsesión total por el diseño que tiene la compañía.
Fracaso del Newton y otros tropiezos sonados
Aunque la historia de Apple esté llena de éxitos, también hay proyectos que se consideran fracasos de manual. Un buen ejemplo es el Newton, una PDA (asistente digital personal) que la empresa empezó a desarrollar a finales de los 80 y que vio la luz en los 90, bastante antes de la era de las tablets y los smartphones.
El Newton prometía funciones muy avanzadas para la época, como reconocimiento de escritura a mano y organización inteligente de notas. Pero tardó más de una década en desarrollarse, su precio era elevado y la tecnología no estaba lo bastante madura. La precisión del reconocimiento de texto dejó mucho que desear, y la prensa no tardó en ridiculizarlo. Se convirtió así en uno de los grandes fallos comerciales de la marca.
La ya mencionada consola Pippin y la línea de ropa “The Apple Collection” forman parte de ese mismo club de experimentos que no salieron bien. Aun así, todos estos tropiezos sirvieron para que la compañía afianzara su foco en lo que realmente dominaba: ordenadores personales, dispositivos móviles y ecosistemas de software y servicios alrededor de ellos.
Incluso productos que parecían imposibles han dado lugar a anécdotas curiosas. Hay historias de MacBook que han detenido balas en atracos, salvando la vida de sus dueños, y que después seguían encendiendo con relativa normalidad. Aunque no es algo para tomar como estándar de seguridad, alimenta la leyenda de que algunos equipos de Apple son literalmente duros de pelar.
Secretismo, demandas curiosas y pequeños escándalos
Apple es famosa por su cultura de secretismo extremo. Durante el desarrollo del primer iPhone, muchos ingenieros trabajaron con seudónimos incluso en la comunicación interna, y sus parejas o familiares no tenían ni idea de en qué proyecto estaban involucrados. El objetivo era evitar filtraciones a toda costa, algo que rozaba lo paranoico pero que se ha convertido casi en seña de identidad.
Este secretismo no ha evitado otros líos, como las polémicas por los sensores de humedad ocultos en algunos iPhone y MacBook. Durante años, ciertos modelos incluían indicadores internos que cambiaban de color si el dispositivo se mojaba. Cuando un cliente acudía al servicio técnico y el sensor aparecía activado, la garantía quedaba inmediatamente anulada, aunque el usuario asegurara que apenas se le había salpicado agua.
Otro episodio llamativo tiene como protagonista al astrónomo Carl Sagan. En los 90, algunos ingenieros de Apple utilizaron “Carl Sagan” como nombre en clave para el Power Mac 7100, porque esperaban que generase “billions and billions” de beneficios, en referencia a la famosa frase asociada al científico. Sagan se enteró y demandó a Apple por el uso no autorizado de su nombre.
Como respuesta, los ingenieros cambiaron el nombre en clave a “BHA”, siglas de “Butt-Head Astronomer”, algo así como “astrónomo cabeza de nalga”. Aquello, obviamente, no ayudó a calmar los ánimos, y el conflicto resolvió fuera de los tribunales. Es uno de esos episodios en los que la seriedad corporativa de Apple se mezcla con un humor bastante gamberro.
En el terreno del software, también hay historias de amor-odio con los usuarios. iTunes, el programa lanzado en 2001 para gestionar música, vídeos y dispositivos, se convirtió con los años en un monstruo difícil de manejar. Su interfaz recargada y sus múltiples funciones hicieron que muchos lo vieran como uno de los programas más confusos de la compañía. No sorprendió a nadie cuando Apple decidió desmantelarlo en los Mac y sustituirlo por varias apps más simples.
Todo este cóctel de decisiones arriesgadas, éxitos arrolladores y meteduras de pata monumentales demuestra que Apple no ha llegado donde está siendo una empresa “normal”. Entre fundadores que vendieron sus acciones por unos cientos de dólares, logotipos imposibles de imprimir, líneas de ropa olvidadas, consolas fracasadas y campus futuristas con cajas de pizza patentadas, la historia de la manzana es cualquier cosa menos aburrida. Y, visto lo visto, es bastante probable que en los próximos años sigan apareciendo nuevas curiosidades que se sumen a esta larga lista de rarezas.